martes, 5 de mayo de 2009

Usos de la Evaluación
Quizás no sea exagerado afirmar que la evaluación es una tarea cargada tanto de promesas como de eventuales frustraciones. Cuando se leen declaraciones entusiastas de algunos de sus más acérrimos defensores, uno estaría tentado de esperar de ella los más benéficos frutos. Pero cuando se tropieza con no pocos comentarios escépticos o desengañados acerca de su escaso valor práctico, duda si la realidad a que unos y otros autores se refieren es la misma. Y es que la evaluación constituye una actividad compleja y ambivalente. Por una parte, constituye uno de los modelos paradigmáticos de la acción racional humana; por otra, es una actividad sometida a un riesgo continuo de desnaturalización.

Uno de los motivos principales de esa discrepancia de opiniones acerca de la utilidad real de la evaluación se encuentra precisamente en la diversidad de concepciones existentes sobre las funciones que cumple y los usos que de ella se hacen. Dicho de otro modo, las expectativas que uno deposita en la actividad evaluadora, el papel que le otorga y la perspectiva que adopta para llevar a cabo sus análisis condicionan el juicio de utilidad que finalmente emite. Por ese motivo, merece la pena comenzar este documento dedicando algún espacio a reflexionar sobre estas cuestiones, con objeto de identificar los motivos de tal discrepancia y clarificar así los elementos del debate.

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